El tiempo pasa ante mis ojos como una exhalación,
sin apenas permitirme disfrutar de tu presencia.
Cuando estoy sin ti los días pesan.
El tiempo se vuelve en mi contra y discurre lento y moroso,
haciendo que mis días sean noches, y mis noches, eternas.
Cuando estoy así no miro el reloj.
El tiempo deja de existir.
Las manecillas se detienen
y el aparato ya no cumple su función.
Mi percepción del tiempo cambia,
y con mi percepción, el tiempo.
Sólo me guía el Sol.
Cuando deje de estar así, el tiempo volverá a adueñarse de mí.
Volverá la rutina y miraré constantemente el calendario
contando los días, las horas y los minutos que faltan para volver a verte.